Leyes
de Lashón Hará 10.13:
La lengua es un arma tremenda.
Puede destruir la vida y la reputación de las personas. Puede crear
divisiones entre las personas y destrozar comunidades. Sin embargo,
hay momentos en donde inclusive la gente apacible y respetuosa tiene
que usar el recurso de las palabras como arma: en autodefensa.
La gente a veces provoca daño
real a otros; a veces financieros, a veces físico o emocional. Hay
muchas situaciones en las cuales lo correcto es renunciar a nuestros
supuestos derechos en una disputa o pasar por alto el daño que hemos
sufrido en favor de la paz y para que alcancemos los niveles sublimes
que la bendita Torá pretende de nosotros. Sin embargo, esto
no es un principio general, porque la Torá no quiere que nos
volvamos víctimas de la explotación o del abuso. Cuando es
necesaria una fuerte autodefensa, la bendita Torá pone el
arma de las palabras a nuestra disposición, con instrucciones
cuidadosas de como usarla.
El Jafetz Jaim -que la paz sea
con él- explica: aunque en el apartado anterior se dijo que no tengo
permitido hablar de alguna situación, si he sido afectado; aquí nos
dice que si el relatar la información a otros puede ayudar a que el
transgresor corrija su camino, y esto se conseguiría por ejemplo
diciéndole a sus padres o una persona que este en capacidad de
convencerlo de restaurar el daño, la bendita Torá me permite
seguir este curso de acción. Esto se aplica también cuando una
persona me provoca daño físico o verbal, y si no digo nada es
probable que me siga agrediendo, entonces puedo contar mi historia a
aquellos que puedan convencerlo de no seguir actuando de esa manera.
Así también si me llego a enterar de que alguien planea hacerme
daño, puedo frustrar su plan contándole a la persona adecuada. El
punto importante aquí, es que todas aquellas palabras que se hablan
en un esfuerzo de conseguir ayuda, son permisibles a pesar de que
denigren al abusador. La halajá las permite a modo de
autodefensa, como un escudo y no como una espada.
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